Siempre será reconfortante referirse a iniciativas artísticas que,
como la presente, corresponden a un impulso grupal espontáneo y generoso, que
sin mayores pretensiones nace simplemente desde la intuición, el afecto y la
camaradería.
Tras los últimos cuarenta años, en que la enrarecida atmósfera
espiritual de nuestro país ha transitado de un oscurantismo represor a un
exagerado individualismo y exitismo (que en nuestro medio artístico se
manifiesta, por ejemplo, a través del constante surgimiento de "alianzas
estratégicas"), nos parece indispensable celebrar cuando desde el arte
surge una idea de trabajo colectivo basada en afinidad solidaria.
Los participantes de este proyecto son artistas visuales, pertenecen a
diversas generaciones y son cultores de todo tipo de lenguajes plásticos y
sistemas de producción; cabe mencionar que además de artistas, y aunque podría
parecer redundante mencionarlo, son grandes entusiastas del arte.
Los he conocido a través de los años, y doy fe que su interés por las
artes visuales trasciende más allá de sus propias obras: son asistentes
regulares a cuanta exposición se abre al público, son colegas curiosos y
proactivos que constantemente están organizando o participando de encuentros,
charlas y publicaciones; han compartido talleres y estudios grupales, han
viajado y se han embarcado en programas de difusión en regiones y en el
extranjero, y han cultivado persistentemente su aprendizaje, con absoluta
pasión y seriedad, ya sea académicamente o por sus propios medios.
Podemos afirmar, entonces, que este proyecto está conformado por
personas que han vivido y están viviendo sus vidas desde el arte.
En esa perspectiva, su agrupación circunstancial en torno a la serie
de exposiciones que durante el año 2012 llevó por título LIVING es la
consecuencia natural de su deseo por compartir e integrarnos, como cómplices, a
sus reflexiones, sentimientos, fantasías y procesos de trabajo, desde una
dimensión mucho más íntima que la habitual.
En términos generales, a pesar de que no todos comparten una formación
estrictamente académica y aunque en algún momento se han valido de
procedimientos más experimentales, a los artistas de este proyecto los une el
amor por la materialidad y por lo "hecho a mano", además de una
cierta fidelidad a lo que podríamos llamar los "medios tradicionales"
dentro de las artes visuales: es decir, a la pintura (sobre tela y bastidor),
la escultura, el grabado y el dibujo, y a sus respectivos desplazamientos.
En el caso del trabajo de Rodrigo Zamora, es posible apreciar que su
sensibilidad, mesura y sofisticadas ecualizaciones visuales están ahí para
sostener una búsqueda incansable: con la misma paciencia y fe con que el
ilusionado minero examina la arena y el lodo en un lavadero de oro, la
indagación de Zamora tiene como objetivo primordial revelarnos destellos de
belleza, pureza y trascendencia de entre los rincones anónimos, olvidados y
opacos de las urbes del llamado "mundo en desarrollo". Es así como en
su obra modestos hitos callejeros se alzan en dignidad como solemnes tótemes
representativos de su mundo interior.
Se puede hallar una similar voluntad de rescate en las propuestas de
Cristián Velasco. Atento al detritus urbano y deconstruyendo las nociones de
hogar, de espacio público y de espacio privado, Velasco se sumerge en prácticas
que -evocando constantemente mitos como los de Prometeo, Sísifo y Tántalo-
ilustran de manera elocuente la confrontación entre las pulsiones de vida y de
muerte. Habitualmente desde la visceralidad (a veces, literalmente desde las
vísceras), las obras de Velasco se debaten compulsivamente entre lo estable y
lo inestable, la construcción y la destrucción, la derrota y la victoria, la
condena y la liberación.
La intensidad psíquica desplegada por la obra de Velasco, encuentra
ecos en las vibrantes imágenes recientes de Malu Stewart. Habiendo profundizado
durante las últimas dos décadas en las múltiples capas de lo pictórico, Stewart
proyecta su espíritu lúdico sobre superficies cromáticamente delirantes y
frenéticas, con frecuentes referencias a la naturaleza , ya sea como la
interpretación libre de la actividad microscópica o como la extensión expresiva
de ciertos patrones regulares (como la sucesión Fibonacci). A través de
coqueteos con el arte cinético, óptico e incluso psicodélico, Malu Stewart
elabora minuciosamente campos magnéticos visuales, hipnóticos, fascinantes y
saturados.
Proveniente originalmente del terreno del performance y del arte de
acción, la obra de Camila Lucero está íntimamente subordinada a los conflictos
entre espacio y tiempo, tanto desde una dimensión afectiva como desde un
enfoque sociocultural. Su trabajo actual ha intentado poner en tensión lo
público y lo privado a través de la deconstrucción de las tradicionalmente
femeninas "labores del hogar". Con sutileza, delicadeza y precisión
quirúrgica, Camila Lucero pone en escena una elegante coreografía del silencio,
en que las fibras textiles y sus hilados, trenzados, tejidos y nudos operan
misteriosamente como metáfora de la condición humana.
También siempre muy alerta al mundo que le rodea, Jorge González Lohse
es un agudo observador de la cultura de la calle, los lenguajes populares,
aquel imaginario universal contemporáneo en el que los logotipos comerciales,
los comics y el graffiti se funden en una caótica avalancha sin fin.
Investigador, alquimista y cronista, González Lohse explora con picardía lo
vulgar y lo vernacular, el humor ingenuo y el humor negro, la majestuosidad de
lo ordinario, la transgresión y perversión del mundo infantil, y la
irreverencia hacia el poder local, haciendo uso de aquella licencia especial
que le es concedida a los bufones.
Como una científica absorta en un laboratorio, y siempre operando
desde la abstracción, Consuelo Lewin ha cuestionado, manipulado y destilado en
su obra reciente los tres géneros tradicionales de la historia de la pintura
(bodegón, retrato y paisaje), hasta obtener de ellos la mismísima materia prima
pictórica, portadora de toda idea y emoción. Lewin aisló la mancha, la
convirtió en objeto autónomo e independiente, en personaje protagónico, en
elemento modular a partir del cual construye planos nómades de intervención.
Estas "nubes", que son a la vez orgánicas y geométricas, invaden el
espacio arquitectónico como una plaga de langostas, como una peste de costras multicolores,
estableciendo un inquietante vínculo entre conceptualismo y expresionismo.
Por medio de la experimentación con materiales no convencionales y
todo tipo de procedimientos alternativos, Sofía Donovan ha construido un
habitat paralelo, de varios niveles, en el que murmuran las alusiones al cuerpo
y al erotismo. Es en ese territorio vertiginoso, surrealista y fragmentado
donde Donovan despliega su particularmente bizarro sentido del color, de las
texturas, transparencias y proporciones; a medio camino entre lo bello y lo
grotesco, la artista nos propone un paisaje psicológico sinuoso y misterioso,
en el que parece estar gestándose la fusión mística de los cinco elementos de
la antigüedad (o bien, de los siete pecados capitales).
Estos artistas, en esta ocasión han abierto sus hogares y han
dispuesto sus obras al interior de sus propios entornos domésticos, con
exactamente el mismo cuidado y rigor con que lo habrían hecho en el más
prestigioso de los espacios de arte del mundo: los artistas participantes en
LIVING son muy sencillos, relajados y sociables, claro está, pero también son
profesionales serios, responsables y comprometidos.
Ahora bien, cuando escarbamos históricamente en busca de la génesis de
lo que hoy, en nuestro contexto, entendemos como una "exposición",
nos encontramos con que el objetivo inicial fue siempre tan simple como
congregar a un grupo de personas para socializar obras nuevas. Es decir,
generar las condiciones para que dichas obras pudieran interactuar con un
público fresco, e idealmente, a partir de esa experiencia, el artista pudiera
luego ir incorporando a su proceso creativo aquellos eventuales alcances de su
trabajo, y así los intercambios entre obra y público se fueran enriqueciendo en
forma progresiva.
El proyecto LIVING le agregó a esta dinámica tradicional de exposición
un componente extra: sus participantes fueron asumiendo alternadamente el rol
de curadores de cada encuentro colectivo, tensionando la lectura de las obras a
través de diversos juegos sensoriales, espaciales y conceptuales, y desafiando
la flexibilidad de los colegas/cómplices a inventar una convivencia nueva entre
sus propuestas, siempre al interior de este escenario hogareño reconfigurado.
Tengo la impresión que de entre los varios aspectos que los artistas
consideramos respecto de nuestras obras, uno que usualmente tendemos a pasar
por alto es cuál va ser el destino final de éstas. Es decir, le damos muchas
vueltas a la naturaleza de la imagen y a otros asuntos formales, pero son pocos
quienes prevén las circunstancias en que
las obras continuarán su existencia luego de abandonar nuestros talleres.
Al respecto, una pregunta que suelo hacerle a mis colegas artistas -y
también a mis alumnos- es si estarían en condiciones de convivir en forma
permanente con las obras que han hecho; por ejemplo, exhibidas durante largos
períodos de tiempo en los muros de sus casas. Y las respuestas, generalmente,
son algo así como "no se, tal vez, aunque no es algo que me concierne como
problemática... ni siquiera me lo planteo... supongo que mis obras funcionan en
cualquier espacio... el ambiente doméstico más bien lo asocio al lado comercial
del arte, a una dimensión burguesa que no me interesa explorar...", etc.
A través del proyecto LIVING, sus participantes nos recuerdan que el
destino principal de las obras que producimos, sean convencionales o no, sigue
siendo precisamente ese espacio doméstico. Nosotros mismos y por supuesto
nuestra gente, nuestras familias, nuestros amigos, muchas veces crecemos, nos
desarrollamos y envejecemos mirando tal o cual obra que nos acompaña en
nuestras casas.
Los artistas de LIVING nos recuerdan también que esos objetos
artísticos con los que convivimos son vehículos de una energía y una carga
simbólica que en ocasiones terminan siendo determinantes para el desarrollo de
nuestra vida cotidiana.
Cristián Silva - agosto 2013